Por Ricardo Zamora Martínez
El pasado lunes en mi casa, mis papás estaban viendo la novela de “Pedro el Escamoso”, la cual están transmitiendo de nuevo en un canal nacional, luego de que ésta se estrenara en 2001 en Colombia.
La escena que presencié fue macabra. Bueno, en realidad la escena como tal era algo muy normal en nuestra sociedad: tratar la homosexualidad como una especie de enfermedad de la que deberíamos burlarnos los que no la “padecemos”, y deberían sentirse avergonzados los hombres que la “padecen”. Esto es lo verdaderamente macabro.
En la escena que observé esa anoche, el personaje principal (hombre y heterosexual), y otro amigo suyo, son sorprendidos en un bar gay por un tercer amigo en común. Ambos personajes inmediatamente sienten vergüenza y temor de que piensen que ellos dos son homosexuales y comienzan a justificar por qué estaban en ese lugar e intentan demostrar a como dé lugar que ellos dos no son homosexuales.
La escena se supone que debería ser cómica, que con la actuación debería causar risa. Chistes de situaciones como estas se expresan a cada rato y nos reímos, haciendo mofa sobre la homosexualidad.
La discriminación con burla hacia la comunidad gay aparentemente sigue siendo aceptada como algo normal y simpática. Se refuerza a cada rato con la idea de que ser homosexual es algo malo y que ojalá no le pase a ningún amigo o familiar, pues esto sería motivo de gran vergüenza y decepción. Esto es lo que nos enseñaron y lo seguimos transmitiendo a las futuras generaciones.
El problema se va sumando, y muchas veces no nos damos cuenta de lo peligroso que puede ser reforzar este tipo de discursos que disfrazan de comedia la homofobia. Son estos, entre otro montón de cosas más, los que poco a poco van calando en el imaginario colectivo, hasta que desembocan en hechos atroces como la reciente masacre de 49 personas en un bar gay en Orlando, Estados Unidos.
Nos engañamos constantemente a nosotros mismos y nos hacemos creer que una escena de una telenovela de 2001 y retransmitida en 2016 (donde se presenta como “gracioso” ver a dos hombres desesperados por demostrar que no son homosexuales para que no los juzgue la sociedad), no está relacionada con el peor tiroteo masivo en la historia de Estados Unidos.
Asimismo, a pocas personas les daría risa ver escenas de humor racista del programa de televisión británico de 1970, llamado Love Thy Neighbour (Ama a tu prójimo, en español). Pero aun son muchas las personas que se siguen riendo del humor homofóbico. Esto tiene que cambiar.
¿Por dónde empezar? Reconociendo cada vez más los derechos a la comunidad LGBT.
En materia de los derechos humanos de estas personas, el Estado costarricense está caminando a menos de media máquina. Debemos exigirle a los tres poderes de la República que asuman su responsabilidad y actúen ya para proteger y garantizar el acceso a los derechos humanos y la igualdad ante la ley de todas las personas en Costa Rica.
A partir de esto, lo demás debería darse por añadidura de manera natural. Piénselo. Garantizar a las personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales el acceso a los mismos derechos humanos con los que cuenta cualquier persona heterosexual, de repente significa reconocer que estamos todos al mismo nivel social. Significa reconocer que ante la ley no existe discriminación y que no existe una diferenciación entre personas “clase A”, con acceso a todos los derechos, y personas “clase B”, con acceso sólo a algunos derechos, basada únicamente en su orientación sexual.
De repente ya no sería gracioso burlarse de alguien por ser homosexual, pues sería como burlarse de alguien por el simple hecho de ser persona.

Fotografía de algunas de las victimas de la masacre ocurrida en un bar gay de Orlando, Estados Unidos. Foto tomada de internet/PAC.