Por Ing. Bruno Manrique Quesada
Sub Comisión Agropecuaria (PAC).
Entre los productos agrícolas con los que Costa Rica diversificó sus exportaciones en los últimos años está la piña, que, si bien la hemos sembrado siempre en casi todo el territorio nacional, es hasta las últimas décadas que contamos con la participación de grandes capitales nacionales y extranjeros con sistemas tecnológicos no sostenibles.
En los piñales, el suelo se mantiene completamente expuesto y se emplean muchos agroquímicos, que hacen que su impacto ambiental sea muy severo. Pero debido a la alta demanda del mercado internacional, los gobiernos se han visto limitados a establecer mayores regulaciones, pese a la demanda de consumidores. Esto genera preocupación entre los ambientalistas porque se avizora una nueva edición del modelo bananero padecido por nuestra naturaleza hace más de un siglo: destrucción masiva de suelos, contaminación de cursos de agua y de ecosistemas terrestres vecinos, con graves consecuencias para su flora y fauna, afectando también la salud humana.
Tal problemática ya preocupante, está siendo estudiada por diversas entidades nacionales, entre ellas las organizaciones no gubernamentales; sin embargo, hay una ambigüedad no resuelta de si producimos o no la fruta, pues genera divisas y empleo, pero deteriora el suelo, los recursos naturales y la salud humana. Esto por definirlo de alguna manera, puesto que, en algunas zonas es una de las principales fuentes de trabajo en regiones tan deprimidas económicamente como son la Zona Norte y el Sur del país.
En las comunidades, según logramos concluir de la observación de campo y del trabajo político hay tres posiciones frente a la expansión de la piña y sus posibles efectos:
1- Quienes sostienen que es una cuestión de sobrevivencia: si no hay producción piñera, no habría empleo y tendríamos depresión económica. Efectivamente, la piña en regiones como la zona norte del país ha provocado un cambio económico importante y se puede decir que beneficioso para mucha gente; por tanto, estas personas no se animan a hacer ningún tipo de críticas sobre lo ambiental y confían en que la empresa está cumpliendo con una serie de condiciones internacionales que impedirían grandes impactos.
2- Otras personas sostienen una posición intermedia. Opinan que sí son evidentes una serie de impactos ambientales dignos de atención, pero que si hay voluntad de la empresa se puede desarrollar una forma de producción que genere un impacto mucho menor. Se concede la posibilidad de aminorar los impactos implementando tecnologías de producción más amigables con el ambiente.
3- Una tercera posición, más radical, considera que la producción de piña va a ser como la del banano, y que por más medidas que se promuevan, existirá un impacto muy fuerte que va a generar pérdidas irreparables al ambiente, a la salud humana y a la economía nacional.

Imágenes con fines ilustrativos tomada de internet/PAC.
Desde las tres posiciones se plantea la posibilidad de presentar las quejas frente a los socios y los administradores de las organizaciones, posibilidad que no existe en otras empresas. Como Comisión creemos que el Gobierno debe de tomar cartas en el asunto para mitigar una crisis que ya está dando sus primeros resultados sociales, económicos y ambientales en la zonas piñeras. Es por ello que solicitamos al Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) la intervención inmediata, con el fin de gestionar, desarrollar e impulsar buenas prácticas de producción y manejo de desechos que sean amigables con el ambiente, brindando la asesoría y seguimiento continuo de la actividad piñera, en beneficio de todas las partes y principalmente de sus pobladores y las personas trabajadoras.